Coco

El coco es quizás la fruta tropical que más nos enciende los recuerdos de las fiestas de nuestros pueblos, y la imaginación en paraísos exóticos.

El Coco es una fruta tropical, con presencia puntual en la frutería. Esta fruta poco a poco se va haciendo más permanente, pero así todo su consumo se reduce a momentos ocasionales y muy cercanos al “capricho”. La frutería El Vergel Cántabro lo dispone ocasionalmente, pero siempre da un toque exótico y hasta refrescante en nuestra imaginación “inconsciente”.

El cocotero es la palmera del coco, la palmera que más se cultiva en el mundo.

A veces nos hemos preguntado si tendría alguna relación el nombre de esta fruta con nuestro “coco” de miedo en la infancia. Parece ser que sí, que los pioneros exploradores portugueses en las américas, al encontrar este fruto, lo relacionaron con este mismo “coco” infantil y de ahí su nombre.

El lugar de origen del coco es una cuestión polémica, mientras muchos consideran que proviene de Asia del Sur, algunos dicen que proviene del noroeste de América del Sur. Los tipos de cocoteros se clasifican en gigantes, enanos e híbridos y, dentro de cada grupo, existe un gran número de variedades.

El fruto del coco tiene diferentes trasformaciones para distintos elementos en los que se puede dividir; producir leche, aceite, ralladura de la carne, su agua, etc. Nosotros hablamos de la fruta natural entera sin trasformación, con cascara, carne y agua. Por ello, al referimos a sus cualidades nutritivas y saludables, lo hacemos referido al fruto natural que contiene estas más diversificadas y menos concentradas.

Algunas sustancias nutritivas del coco son: muy rica en hierro y potasio, y en definitiva en aquellas sales minerales que participan en la propia mineralización de los huesos, como pueden ser el calcio, el fósforo o el magnesio. Sobresale la vitamina E, un importante antioxidante.

El coco es una fuente importante de grasas saturadas, las cuales hoy crean una fuerte e interesante polémica, que de alguna forma queremos recoger. Los ácidos grasos dominantes en los alimentos de origen animal, las grasas saturadas que aumentan el colesterol “malo”, son de cadena larga (entre 13 y 12 átomos de carbono). En cambio, las grasas saturadas del coco son de cadena media (entre 8 y 12), como el ácido láurico. El 75% de la grasa saturada del coco es ácido láurico, que no solo no eleva el colesterol “malo”, el LDL, sino que lo baja y aumenta el “bueno”, el HDL, según un estudio publicado en The Philippine Journal of Cardiology. Señala que no contiene colesterol (como las grasas animales) ni grasas trans.

La realidad histórica, que va más allá de los estudios bioquímicos, nos narra que el coco ha formado parte de la alimentación básica de los pueblos del Océano Pacífico, que apenas conocieron el colesterol elevado, la obesidad, la diabetes o los infartos cardiacos o cerebrales hasta que modificaron su dieta tradicional.

El coco, para las personas con intolerancia al gluten, es un valioso aliado debido a su harina, que sirve para la elaboración de repostería y panadería. Esta harina es más pobre en hidratos de carbono que las harinas de cereales, pero aporta mucha fibra.

Es difícil reseñar las posibilidades en la cocina del coco fresco, sin ser transformado en aceite, leche o rallado. Lo que si podemos hacer es disfrutarle como la naturaleza nos lo presenta, incluso dejarnos llevar con la imaginación a dicha naturaleza tropical, es decir, no perder ninguna gota de su interior. Una buena propuesta es hacer dos agujeros con el sacacorchos en los ojos que tienen. Y por supuesto disfrutar de su sabrosa carne fresca.

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